S. QUIRINO-PORDENONE, 23 DE JULIO DE 1987.
Este mes les traigo un nuevo "look" en el blog y un mensaje muy importante de Nuestra Madre Celestial a las familias. Este bello mensaje le fue dado al Padre Gobbi por mediode "Interlocución" en el año 1987. Léanlo y meditando en el amor con que Ella mismanos lo dio, llevemos éste a la acción, a lo que nos pide: La consagración a su Inmaculado Corazón.
Padre Stefano Gobbi S. QUIRINO-PORDENONE, 23 DE JULIO DE 1987 |
Después del rezo del Santo Rosario
Las familias a Mí
consagradas
“¡Qué consuelo me ha dado esta jornada pasada en la
oración, en una sencilla y cordial fraternidad, en compañía de esta familia
consagrada a Mí, y que por tanto me pertenece!
Ahora deseo darles mi palabra consoladora, para que les
sirva de aliento en medio de las cotidianas dificultades de su existencia.
Yo les amo, estoy presente entre ustedes, les hablo y
les conduzco porque son los instrumentos de mi materno Querer.
Yo miro con amor a las familias consagradas a Mí.
En estos tiempos, recojo a las familias y las
introduzco en lo íntimo de mi Corazón Inmaculado, para que encuentren refugio y
seguridad, aliento y defensa.
Del mismo modo que me agrada ser invocada Madre y
Reina de mis Sacerdotes, así también, me complace ser invocada Madre y Reina de
las familias consagradas a Mí.
Soy la Madre y Reina de las familias.
Vigilo por su vida, tomo a pecho sus problemas, me
intereso no sólo del bien espiritual, sino también del bien material de todos
los que la componen.
Cuando consagran una familia a mi Corazón Inmaculado,
es como si abriesen la puerta de casa a su Madre Celeste y la invitan a entrar,
le dan lugar para que Ella pueda ejercer su función materna de una manera cada
vez más intensa.
He aquí por qué deseo que todas las familias
cristianas se consagren a mi Corazón Inmaculado.
Pido que se me abran las puertas de todas las casas,
para que pueda entrar y establecer mi materna morada entre ustedes.
Entonces, entro en ellas como su Madre, habito con
ustedes y participo en toda su vida.
Ante todo me cuido de su vida espiritual.
Procuro llevar a las almas, que componen la familia a
vivir siempre en Gracia de Dios.
Donde Yo entro, sale el pecado; donde Yo moro están siempre presentes la
Gracia y la Luz divinas; donde Yo habito, Conmigo habitan la pureza y la
santidad.
He aquí por qué mi primera misión materna, es la de
hacer vivir en Gracia a los componentes de una familia y de hacerla crecer en
la vida de santidad, a través del ejercicio de todas las virtudes cristianas.
Y puesto que el Sacramento del Matrimonio les da una gracia
particular para hacelos crecer unidos, mi misión es la de cimentar
profundamente la unidad de la familia, de llevar al marido y a la mujer a una
cada vez más profunda y espiritual comunión, de perfeccionar su amor humano,
hacerlo más perfecto, llevarlo dentro del Corazón de Jesús para que pueda
asumir la nueva forma de una mayor perfección que se expresa en pura y
sobrenatural Caridad.
Refuerzo cada vez más la unión en las familias, las
llevo a una mayor y recíproca comprensión, las hago sentir las nuevas
exigencias de una más delicada y profunda comunión.
Conduzco a sus componentes por el camino de la
santidad y de la alegría, que debe ser recorrido y construido juntos, para que
puedan llegar a la perfección del amor y gozar así del precioso don de la
paz.
Así formo a las almas de mis hijos y, a través de la
vida de la familia, las conduzco a la cima de la santidad.
Quiero entrar en las familias para hacelos Santos, para llevalos a la
perfección del amor, para quedarme con ustedes, para hacer más fecunda y fuerte
su unidad familiar.
Después me cuido también del bienestar material de las
familias a Mí consagradas.
El bien más precioso de una familia son los hijos.
Los hijos son el signo de una particular predilección
de Jesús y Mía.
Los hijos deben ser deseados, aceptados, cultivados
como las piedras más preciosas del patrimonio familiar.
Cuando entro en una familia, inmediatamente me cuido
de los hijos, los hago también míos. Los tomo de la mano y los conduzco a
recorrer la senda de la realización del plan de Dios, que desde la eternidad ha
sido claramente trazado sobre cada uno de ellos; los amo, no los abandono
jamás; se convierten en parte preciosa de mi propiedad materna.
Me cuido particularmente de su trabajo.
No permito que jamás les falte la Divina Providencia.
Tomo sus manos y las abro al plan que el Señor realiza
cada día por medio de su humana colaboración.
Así como mi humilde, fiel y cotidiana acción materna en la pobre casita
de Nazaret hacía posible el cumplimiento del designio del Padre, que se realizaba
en el crecimiento humano del Hijo, llamado a cumplir la Obra de la Redención para
su salvación, así también les llamo a secundar el designio del Padre, que se
realiza con su humana colaboración y por medio de su cotidiano trabajo.
Ustedes deben hacer su parte como el Padre Celeste hace la suya.
Su acción se debe unir a la de la Divina Providencia
para que el trabajo produzca su fruto en aquellos bienes, que son útiles al
sostenimiento de su vida, al enriquecimiento de la misma familia, de modo que
sus componentes puedan gozar siempre del bienestar espiritual y material.
Luego los llevo
a realizar el designio de la Voluntad
de Dios. Así vuelvo el trabajo espiritualmente más fecundo, porque lo convierto
en fuente de méritos para ustedes y en ocasión de salvación para tantos pobres
hijos míos perdidos.
Entonces su acción se une al amor, el trabajo a la
oración, la fatiga a la ardiente sed de una cada vez mayor caridad.
Así con su colaboración al Querer del Padre, componen la obra maestra de
su Providencia que, por medio de ustedes, se hace concreta y
cotidiana.
No teman: donde Yo entro, Conmigo entra la seguridad. No les faltará
nunca nada. Hago más perfecta su actividad. Purifico su mismo trabajo.
Participo también en todas sus preocupaciones.
Sé que hoy son muchas las preocupaciones de una familia. Son de ustedes,
y se hacen mías.
Comparto con ustedes sus sufrimientos. Por esto en los
tiempos tan difíciles de la actual purificación, estoy presente en las familias
a Mí consagradas, como Madre preocupada y afligida, que realmente participa en
todos sus sufrimientos.
Consuelense, pues.
Éstos son mis tiempos. “Éstos”, es decir, los días que viven son “míos”
porque son tiempos señalados por una grande y fuerte presencia mía.
Estos tiempos se harán tanto más “míos”, cuanto más se
extienda y se haga más fuerte mi victoria, que ahora es de mi Adversario.
Esta presencia mía se hará mucho más potente y extraordinaria, sobre
todo, en las familias consagradas a mi Corazón Inmaculado. Será advertida por
todos, y se convertirá para ustedes en fuente de una particular consolación.
Avanzen, pues, en la confianza, en la esperanza, en el
silencio, en su trabajo cotidiano, en la oración, y en la humildad.
Avanzen cada vez más en la pureza y en la recta
intención; avanzen Conmigo por el difícil camino de la paz del corazón y de la
paz en sus familias.
Si caminan todos por la vía que les he trazado, si
escuchan y practican cuanto hoy les he dicho, sus familias serán los primeros
brotes de mi triunfo: pequeños, escondidos, silenciosos brotes, que ya
despuntan en todas las partes de la tierra como si anticipasen la nueva era y
los nuevos tiempos, que ya están a las puertas. A todos
les animo y les bendigo.”
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